La primera década del siglo XXI quedará marcada como la época fundacional de la tecnología tal como la conocemos hoy. Enfrentados al temido “bicho del milenio” y con pioneros como Google aún en sus primeros años, este periodo fue testigo de la proliferación masiva de conexiones a Internet y un aumento significativo en su velocidad. Dispositivos como el iPod y las computadoras portátiles se convirtieron en símbolos de una era que comenzó a redibujar el panorama digital. Para finales de esta década, ya contábamos con una versión preliminar de la Internet actual: un ecosistema interconectado donde las computadoras, el streaming de medios, el comercio electrónico y las primeras redes sociales comenzaban a trazar el futuro.
Los años 2010, sin embargo, fueron los que vieron una integración más profunda del mundo digital en nuestra vida cotidiana. Las redes sociales crecieron a tal velocidad que transformaron por completo la forma en que interactuamos con los medios: desde la música hasta las noticias, todo fue absorbido por el torrente de publicaciones y feeds. La Internet, que había nacido en las computadoras y teléfonos, empezó a infiltrar cada rincón de nuestra existencia: nuestros autos, electrodomésticos e incluso nuestras relaciones interpersonales se vieron alteradas por la tecnología.
Transformación digital
A medida que nos acercábamos a 2020, la pandemia del COVID-19 impulsó la transición final de nuestras vidas al mundo digital. El teletrabajo, la educación en línea, las compras virtuales y las interacciones sociales se trasladaron a plataformas digitales, que pasaron a mediar casi todo aspecto de nuestra existencia diaria. Para ese entonces, la Internet ya era el pilar que sustentaba prácticamente todo, pero también comenzó a generar una creciente sensación de aislamiento y soledad a pesar de la interconexión global.
Fragmentación y futuro incertidumbre
Ahora, a mediados de la década de 2020, la tecnología parece estar en un punto de inflexión. Si bien los primeros años de esta década han estado marcados por grandes promesas, muchas de ellas aún siguen sin cumplirse. Conceptos como el bitcoin, los NFT, el metaverso y la inteligencia artificial fueron presentados como las revoluciones tecnológicas que transformarían la economía, la propiedad, las relaciones humanas y el conocimiento. No obstante, hasta ahora nuestra relación con estas innovaciones sigue siendo la misma, aunque quizás más tensa y agotadora.
A pesar de estos desafíos, aún existen razones para ser optimistas sobre el futuro tecnológico. Empresas como Meta y Apple han dado pasos significativos en la creación de tecnologías de realidad aumentada y metaverso que podrían fusionar los mundos digital y real de formas innovadoras. Estos avances sugieren que, tal vez, las promesas de transformación finalmente se materialicen, aunque con un ritmo más lento del esperado.
En paralelo, en sectores menos polarizados como la sostenibilidad y la salud, surgen proyectos que podrían generar un impacto significativo en la lucha contra el cambio climático y las desigualdades en el acceso a la salud. En estos campos, las innovaciones tecnológicas parecen tener un propósito genuino, más allá de la búsqueda de atención o la acumulación de poder.
La atención, sin embargo, sigue siendo uno de los recursos más codiciados. El ejemplo de Elon Musk, quien adquirió Twitter por $43.000 millones, pone en evidencia cómo la atención puede ser utilizada como un poder para influir en decisiones políticas y sociales. Esta fusión entre tecnología y cultura ha desdibujado las fronteras entre celebridades y líderes tecnológicos. Hoy, figuras como Musk, dueño de empresas como Tesla, SpaceX y Twitter, no solo tienen el poder de transformar la tecnología, sino también de moldear la opinión pública y la política.
La “Internet Muerta” y el Ascenso de la Automatización
Al mismo tiempo, los gigantes tecnológicos han tenido que adaptarse a los cambios. TikTok, que creció a una velocidad impresionante durante la pandemia, enfrenta ahora restricciones y desafíos relacionados con su origen y su influencia global. Por su parte, Mark Zuckerberg, quien comenzó esta década envuelto en controversias, ha logrado distanciarse de la política con la creación de Meta, centrando sus esfuerzos en el contenido emocional y superficial generado por IA, lejos de la polarización política que marcó los años previos.
En este contexto, la Internet parece estar entrando en una fase de estancamiento. La proliferación de cuentas automatizadas y contenido generado por IA ha hecho más difícil distinguir entre lo genuino y lo artificial, llevando a la proliferación de la llamada “Internet muerta”, un ecosistema donde las interacciones parecen ser cada vez más automatizadas y vacías. Según algunos estudios, 2024 marcó un punto de inflexión, donde la automatización de Internet alcanzó una escala dominante.
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